Sherlock Holmes resolvía la mitad de sus casos sin escuchar una palabra.
Observaba: la forma de caminar, la tensión de la mandíbula, el desgaste de la suela.
Para él, la escena hablaba antes que las personas.
En medicina ocurre lo mismo.
El habitus exterior representa ese primer encuentro silencioso donde el cuerpo,
como un libro abierto, ofrece claves diagnósticas sin necesidad de preguntas.
La postura describe energía, dolor o compromiso neuromuscular.
La marcha anticipa afecciones neurológicas, articulares o sistémicas.
La piel narra procesos metabólicos, vasculares, infecciosos, inmunológicos.
La respiración marca un ritmo fisiológico que nunca miente.
La expresión facial —cansancio, fiebre, ansiedad, sufrimiento— completa el cuadro.
Holmes advertía:
“You see, but you do not observe.”
El buen clínico observa con intención, con método, con propósito.
Explorar el habitus exterior no es un trámite visual:
es el primer acto científico del abordaje,
la antesala de los signos vitales,
el inicio del razonamiento que organiza hipótesis,
anticipa riesgos y orienta la estrategia terapéutica.
Para quien domina este lenguaje silencioso,
cada paciente es un caso revelado desde el umbral del consultorio.
Ahí comienza la medicina bien hecha.
Ahí inicia el arte clínico.
Dr. Víctor Sánchez