La medicina no se ejerce únicamente con conocimientos y tecnología: también requiere tiempo.
El tiempo clínico no es un reloj que corre, sino un espacio donde el pensamiento se organiza.
Cada minuto que el médico dedica a escuchar, observar y correlacionar expande la profundidad diagnóstica.
Acelerar siempre tiene un costo: se pierde matiz, se difuminan señales, se reducen posibilidades terapéuticas.
El razonamiento clínico necesita pausa.
Pausa para discernir.
Pausa para descartar.
Pausa para priorizar.
La prisa apaga hallazgos que podrían cambiar el destino de un diagnóstico.
El médico que sabe pausar —que comprende que detenerse también es un acto clínico— gana precisión.
Y en medicina, la precisión salva.
Dr. Víctor Sánchez